miércoles, 20 de mayo de 2009 | |

Formas del Estado Contemporáneo

Es un hecho más que evidente que estamos asistiendo en este último cuarto de siglo a la disolución de la estatalidad, existen hoy compañías y empresas privadas que son más poderosas que algunos Estados.

Se está produciendo la anulación del concepto de soberanía, esencia última de la idea de Estado. Y éste se ha transformado en un instrumento incapaz de cumplir con lo fines esenciales de lo político, para lo que fue creado.

Ahora bien, el concepto de Estado no es un concepto absoluto, independiente y completo en sí mismo, sino que es relativo a; esto es, vinculado a otros conceptos como los de nación, sociedad, gobierno y pueblo. Existen tantas versiones de Estado como proyectos ideológicos entran en juego en el mundo de las ideas y de la acción.


A continuación se expondrá sintéticamente las tres principales formas de Estado plasmadas durante el siglo XX.


El Estado Liberal-Capitalista

La versión liberal define el Estado como “la nación jurídicamente organizada”.

El Estado es así considerado como un órgano neutro, agnóstico y laico, cuya función principal es el mantenimiento del orden público. El Estado no es más que un “gendarme” (stato carabinieri) que se identifica con el derecho y con el orden legal. para defender la seguridad de los individuos y la propiedad privada. Su dios no es otro que el monoteísmo del libre mercado.


El Estado Nacional-Fascista

La versión fascista define el Estado como “un sistema de jerarquías que debe expresarse a través de la parte más egregia de la sociedad como guía de las clases inferiores”. El Estado es un fin para el fascismo. Su fórmula es: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. (Benito Mussolini: El espíritu de la revolución fascista, Bs.As., 1984, cap.IV).

El Estado fascista cubre –totaliza- todas las posibilidades de realización del individuo. Así los cuerpos intermedios entre el individuo y el Estado como por ejemplo los sindicatos son creados por el Estado y desde el Estado, y son ellos agentes de acción política como apéndices o colaterales del partido oficial único.


El Estado Marxista-Leninista

La versión marxista-leninista define al Estado como “una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra”. La fundamentación más explícita de esta proposición es la ofrecida por Antonio Gramsci cuando dice: “En una sociedad determinada nadie está al margen de una organización y de un partido, ya que ello se entiende en un sentido amplio y no formal. En esta multiplicidad de sociedades particulares de doble carácter – natural y contractual o voluntaria- una o más prevalecen relativa o absolutamente, construyendo el aparato hegemónico de un grupo social sobre el resto de la población (o sociedad civil), base del Estado, entendido estrictamente como aparato gobernativo-coercitivo” (Sobre el Estado moderno, Bs.As., 1984, p.161)

Ahora bien, todo esto en teoría, pero en la práctica –no olvidemos que el marxismo antes que nada es una praxis para la toma del poder- el marxismo-leninismo se construyó sobre la base de un estado totalitario. El mismo reúne cinco rasgos esenciales:

1º) ideología oficial que abarca todos los aspectos de la vida.
2º) un partido único dirigido por un secretario general.
3º) un sistema de control policíaco sobre la sociedad civil.
4º) concentración en manos del estado de todos los medios de comunicación.
5º) control central de la economía.



Ahora bien, más allá de estas tres grandes corrientes políticas con proyección internacional, han existido intentos político-filosóficos de índole local o nacionales de plasmar Estados concebidos de otra manera.


Resumiendo entonces, el Estado existe en sus aparatos que como tales son medios o instrumentos que sirven como gestores del gobierno para el logro de ese bien. Pero, por el hecho de ser medio, el Estado tiene su ser en otro, y ese otro es la nación, entendida como proyecto de vida histórico de una comunidad política. De ahí que un Estado sólo pueda ser un estado nacional, de lo contrario devendrá una nada de estado. Se convierte en instrumento de otro proyecto de nación distinto de aquel por el cual había sido creado. Estos últimos son los estados dependientes en relación con los estados hegemónicos, imperialistas o colonialistas.

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